Nos hemos despertado con un día fabuloso, con calorcete, acompañados de una simpática familia de patos que estaba esperando a
que les diésemos parte de nuestro desayuno.
En cuanto hemos terminado de ducharnos y de recoger, nos
hemos ido al centro con la misión inicial de encontrar un sitio donde dejar
aparcada la kiwivan. En un principio pensábamos dejarla lo suficientemente
lejos para que no tuviésemos que pagar parking pero, tras no encontrar problemas
de espacio y preguntar a un lugareño, hemos visto que siendo domingo el parking
es gratuito en las plazas de la calle. Así que hemos aparcado en Upper Queen St
y nos hemos despreocupado (ni dejábamos la caravana en mal sitio ni nos iba a
salir por un ojo de la cara).
Nos hemos recorrido toda la calle Queen St hasta llegar al
muelle (Harbour o Water Front), hemos seguido paseando a lo largo muelle ya que
no está en línea recta si no que tiene varios muelles que se meten en la bahía.
Nos han regalado un helado en uno de los puestos de helados del muelle (una
oferta de bienvenida de primavera que al parecer hacen todos los años) y
hemos continuado paseando por el harbour hasta encontrarnos con una feria de
barcos, donde hemos podido ver algunos impresionantes, desde barquitos de vapor,
canoas tradicionales hasta los más modernos y grandes yates.
De casualidad hemos visto pasar un tranvía y nos hemos
acercado a curiosear. Al hacer tan buen día habían sacado un par de tranvías,
de inicio del siglo XIX, y estaban recorriendo una pequeña ruta circular
alrededor de la manzana del muelle. Nos hemos subido ya que Nita nunca había
montado en tranvía antes. Como a una niña pequeña le han puesto la gorra de
maquinista y le han dejado ponerse a los mandos del mismo.
En la segunda vuelta del tranvía, hemos aprovechado que
había una parada cercana al Sky Tower (el simbólico edificio de Auckland que
sale en todas sus postales) y sin pensárnoslo, sobretodo Nita, hemos cogido 2
tickets para subir a lo más alto.
A partir de aquí redacta Nita:
No has hecho más que comprar el ticket y ya estás en la
entrada del ascensor, que tiene un estupendo cristal en el suelo y otro en la
puerta para que los que tenemos vértigo lo pasemos estupendamente sólo subiendo
en el ascensor.
xOUe no ha debido acordarse de mis vértigos porque el pobre
iluso ha comprado un ticket para ver dos plantas, la primera (y la única que yo
he podido visitar) a 188 metros de altura donde hay un mirador y cafetería, y otra
a 220 metros que xOUe ha tenido que visitar solo.
El ascensor reconozco que ha subido rápido y, como he ido
agarrada como si no hubiese un mañana al pasamanos y de cara a la pared, no se
me ha hecho demasiado horrible (no confundáis con agradable). Cuando se han
abierto las puertas a 188 metros yo sólo pensaba en que quería salir del
ascensor, ¡qué ilusa!, se abren las puertas y casi me da un patatús. Era como
estar en un platillo volante con todas las ventanas hasta el suelo y partes del
suelo de cristal.
Las vistas increíbles (acojonantes para mí), y desde la
pared de la que no me he podido mover, miraba con envídia como la gente paseaba
a sus anchas y los niños correteaban ajenos al peligro de que eso se viniese
abajo… ¡insensatos!!!.
(He llegado a la conclusión de que pertenezco a una raza
mucho más desarrollada, que sabe que eso se puede caer en cualquier momento y
que es mejor no subirse… si eres de los míos, ¡enhorabuena!, si no, que sepas
que la torre se mueve unos 6 metros cuando hace brisa, imagínate cuando hace
viento… Ahora que caigo, menos mal que nos ha hecho buen día, si no me hubiese
dado un síncope).
Bueno, resumo, mientras yo estaba pegada a la pared cual
bicho espachurrado en el parabrisas de un coche, xOUe ha subido en el ascensor
que llevaba al mirador superior (mi marido los tiene cuadrados jajaja). Y lo ha
grabado todo en video para que yo pueda verlo sentada tranquilamente a 0 metros
de altura (donde me desenvuelvo como pez en el agua).
Lo único que me dá un poco de pena es no haber podido estar
más tiempo arriba para que xOUe pudiese disfrutarlo un poco más, pero creo que
cuando hemos vuelto a bajar en el ascensor y me he ido corriendo al baño para
echar el helado que nos regalaron en el muelle... ha comprendido que así era
suficiente.
Después del sofocón hemos paseado un poco más por las calles
de Auckland hasta dar con un sitio de Sushi donde darnos un buen banquete.
Para sorpresa nuestra, y para casualidad también, hemos
visto pasar mientras comíamos a Mercedes y Jorge, la pareja de malagueños con
los que ya coincidimos en Christchurh y en Queenstown.
O Nueva Zelanda es muy pequeño o tenemos un imán para encontrarnos con ellos.
Hemos charlado con ellos, contado batallitas del viaje, poniéndonos al día, y no podemos dejar de repetirnos lo
encantadores que son. En algún momento tendremos que ir a verles a Málaga para
vernos en tierras españolas y sin caravanas de por medio.
Nos hemos pegado tal comilona que nos hemos arrastrado hasta
un parque para aprovechar los últimos rayos de sol y ver a los kiwis de la zona
pasar y relacionarse (algunos la mar de extraños).
Y poco más que contar sobre Auckland… mañana a devolver la
caravana y a hacer horas en el aeropuerto para volvernos.
Lo mismo mañana si tenemos tiempo escribimos un post lacrimógeno
desde el aeropuerto, pero por si acaso…
¡ADIOS NUEVA ZELANDA!!.